Por Horacio Torres
- Yo soy kirchnerista pero la fórmula Scioli Zannini no me convence.
- Bueno, pero Cristina es la conductora y tenemos que apoyarla. Habrá tenido sus razones para tomar esa decisión.
- No sé, acordate que ya la pifió otras veces. Por ejemplo con Cobos, con Boudou, con Insaurralde.
Palabras más, palabras menos, este diálogo se ha repetido entre militantes y simpatizantes del kirchnerismo en los últimos días. El objetivo de esta nota no es determinar si Scioli Zannini es una buena fórmula, si son ellos los mejores candidatos que podía tener el Frente para la Victoria, sino desterrar el mito que pretende mostrar a Cristina Kirchner como una conductora que se equivoca al confeccionar las listas de candidatos.
Antes de entrar en el análisis puntual de los nombres que más se le cuestionan, repasemos un concepto global: si las listas de diputados de 2011 y 2013 no hubiesen estado tan bien hechas, luego de la victoria de Massa en las últimas elecciones legislativas las cosas habrían sido diferentes.
Pensemos por un momento qué habría sucedido si unos veinte, quince, diez, o aunque sea cinco diputados del Frente para la Victoria se hubiesen pasado al Frente Renovador. Además de romper el quórum con el que cuenta el oficialismo en la cámara y complicar así la sanción de leyes importantísimas que se aprobaron en el último período, el efecto político habría sido enorme. Tal vez no estaríamos hablando hoy de un Massa sin chances ni de un oficialismo que se encamina probablemente al triunfo en diciembre.
Pero no sucedió. Porque la lapicera de Cristina es mucho más certera de lo que plantea el mito que aquí analizamos. Por el contrario, a excepción de Facundo Moyano (que había formado parte de las listas en 2011 y encaró un zigzagueante camino hacia el Frente Renovador), todos los diputados electos por el Frente para la Victoria se mantuvieron firmes, primero ante el cimbronazo electoral que representó la victoria de Massa en la provincia de Buenos Aires, y luego ante las embestidas mediáticas que presionaban y auguraban los famosos "garrochazos" que jamás llegaron. Así y todo, Moyano acompañó algunos proyectos del oficialismo, a veces dando quórum, otras incluso con votos favorables.
Cobos, Boudou, Insaurralde
Vayamos, ahora sí, a los casos que más se le señalan a la Presidenta como ejemplos que presuntamente demuestran su poca pericia a la hora de designar candidatos. El impulsor de Cobos como vice fue Néstor, así que pasemos directamente a los otros dos.
Boudou fue un gran acierto de Cristina por varias la razones. La primera, más evidente y menos mencionada es que, con todos los problemas de salud que sufrió ella durante su mandato, habría sido realmente complicado contar con un vicepresidente que no fuese totalmente leal. Cristina eligió a Boudou, entre otras razones, por su lealtad. Basta repasar las operaciones, internaciones y largas convalecencias que debió atravesar la Presidenta para imaginarse los dolores de cabeza que habríamos tenido con un vice menos comprometido. Se debe recordar también que, en su primera presidencia, debió cancelar un viaje para no dejar la presidencia en manos de Cobos.
Se dice que Boudou desprestigia al gobierno por los procesos judiciales en su contra. Esos procesos son el precio que paga Boudou por sus virtudes y aciertos, precisamente por los méritos que lo llevaron a la vicepresidencia. Boudou fue el ideólogo de la recuperación de los fondos de la ANSES, lo cual significó un golpe durísimo a los negociados de las AFJP, en los cuales participaban y sacaban tajada buena parte de los grupos económicos que conforman el poder real y perdurable en Argentina.
Esos fondos de la ANSES permiten, además, llevar adelante políticas como la inclusión previsional más alta del continente, la actualización automática de los haberes jubilatorios, la Asignación Universal por Hijo y el plan PROCREAR, políticas elogiadas por toda la oposición que en su momento se opuso a la ley que desbarató el régimen de las AFJP.
El caso Ciccone, en el cual está procesado Boudou, encierra además otra de las acciones del actual vicepresidente que el poder no perdona. En los años 70, Clarín aprovechó su complicidad con la dictadura para comenzar a fabricar papel de diario, lo cual le dio una posición ventajosa de la que abusó para convertirse en el matutino líder. Muchos años más tarde, cuando el multimedios había enhebrado cuidadosamente sus movidas para comenzar a imprimir papel moneda, se encontró con que al frente del Ministerio de Economía no estaba Martínez de Hoz sino Boudou.
La ofensiva mediática y judicial contra Boudou obedece, finalmente, a que era para el kirchnerismo el sucesor ideal en la presidencia: sin chances de reelección en 2019, habría significado el regreso seguro de Cristina a la presidencia para ese año en caso de que los planetas siguieran alineándosele al Frente para la Victoria para entonces.
En cuanto a las acusaciones concretas que pesan sobre Boudou en la causa, si en su accionar para impedir que Clarín se quedara con la impresión de papel moneda cometió algún delito -cosa que por el momento no han podido probar- creo personalmente que fue con la anuencia de Néstor y Cristina Kirchner. Así que la figura del Boudou maldito, el Boudou que desprestigia, no es más que la contracara que construyó la oposición política y mediática a partir del Boudou leal e impulsor de importantes transformaciones.
El tema Insaurralde, para cerrar, también ha sido desvirtuado. Se hizo mucho hincapié en sus apariciones televisivas, en la utilización política de hechos de su vida privada. Y, por supuesto, de sus coqueteos con el massismo. Que los tuvo, sí, como tantos otros. Sin embargo, se suele olvidar que mientras fue diputado votó en la cámara todas las iniciativas del oficialismo, aun las más atacadas por los medios dominantes (ley de abastecimiento, reforma judicial, pago soberano, etc.).
Una vez que hubo regresado a la intendencia de Lomas de Zamora, continuó dentro del Frente para la Victoria, e incluso resignó sus aspiraciones de presentarse como candidato a gobernador para postularse a un nuevo mandato como jefe comunal. De esta manera, aceptó el "baño de humildad" y cumplió con lo que le requería la conducción, a diferencia de algún otro dirigente que, en los papeles, aparecía como más respetuoso de las decisiones de la Presidenta.